lunes, 11 de diciembre de 2017

LA VIRGEN DEL QUINCHE - FESTIVIDADES 2017

El pasado mes de Noviembre, la Cofradía de la Virgen del Quiche en Valencia, organizó las festividades a la patrona de Ecuador, la Virgen del Quinche en la Real Parroquia de El Salvador y Santa Mónica, dando inicio los días del 21 al 23 con el Triduo a Nuestra Señora de El Quinche, el 24 con la celebración de la Santa Misa, bendición de los niños, imágenes y coches y posterior Caminata por el Cause del Rio Turia hasta la parroquia. 
El sábado 25, celebraron la Solemne Misa y Procesión, bajo la dirección del Rvdo. Padre José Ricardo Albelda. 
A ésta magna celebración de la comunidad ecuatoriana residente en Valencia, acudió la Cónsul del Ecuador en Valencia Doña Yesenia Ruiz y el personal administrativo de el Consulado General de Ecuador en Valencia, así como representantes de las Cofradias de El Cristo de la fe, Seguidores de la Virgen de los Desamparados, Cofradía de la Virgen de la Consolación y Correa y nuestra Hermandad del Señor de los Milagros de Valencia.
Nuestro Agradecimiento a su Presidente D. Agustín Pérez y su Junta Directiva por la invitación a celebrar la Festividad a la Patrona de Ecuador y caminar juntos como Hermanos de una misma Iglesia.
Virginia Oviedo
Mayordomo General
HSMV
                           HISTORIA DE LA VIRGEN DE EL QUINCHE


La imagen, que es una fina talla en madera de cedro de unos 62 cm. de alto, está revestida por un amplio y lujoso ropaje de brocado cubierto de gemas, y bordado con hilos de oro y plata que solo dejan ver su rostro moreno y apacible. La Virgen lleva un cetro en la mano derecha y con la izquierda sostiene el Niño en actitud de bendecir, mientras sostiene una esfera de oro coronada por una cruz. A los pies de la imagen, la peana y la gran media luna, ambas de plata pura, y las pesadas coronas imperiales de oro y piedras preciosas, manifiestan la generosidad del pueblo ecuatoriano que gusta ver a su patrona resplandeciente, vestida siempre con las mejores galas. El rostro de Jesús evoca las facciones de los niños mestizos de aquellas sierras. Mestizo es el color de la Madre, síntesis del alma del inca y del español. Su fina nariz está enmarcada por un delicado rostro ovalado de labios delgados y boca pequeña; sus ojos achinados y su mirada triste con los párpados entrecerrados o caídos le confieren una dulzura única. Su advocación es tan popular en Ecuador, especialmente entre los indígenas que la llaman con afecto "La Pequeñita" a su protectora del cielo. Es de admirar la variedad de cantos que se entonan en honor de la Virgen del Quinche, con textos en quechua, en jíbaro y en otros dialectos de la región y también en castellano; muchos de ellos se cantan desde hace cuatro siglos.
La historia nos dice que, medio siglo después de iniciada la conquista en tierras ecuatorianas, los indígenas de Lumbisí, un pequeño caserío que pertenecía al pueblo de Cumbayá, desearon tener una copia exacta de la Virgen de Guápulo, la cual se veneraba alrededor de 1586. Diego de Robles hizo entonces la imagen con madera de cedro, pero los Lumbisí no pudieron pagarle el precio convenido al no reunirlo, y éste la llevó a los indígenas oyacachis al enterarse que estos se interesaban en una imagen quienes le pagaron con tablones de fino de cedro que el escultor necesitaba para sus trabajos. Escogieron la hendidura de un peñasco de la cordillera y allí fue colocada la Virgen. Aquel nicho fue el primer santuario que tuvo la Virgen del Quinche. Los indígenas, vistieron la imagen según la costumbre española.
Cuentan que apenas la efigie ocupó el lugar, bandadas de cantoras avecillas revoloteaban constantemente entorno a ella alegrando todo el lugar con sus trinos. Y cuando al descender la noche se retiraban los pajarillos, un resplandor hermoso circundaba la imagen de María. También se dice que don Diego de Robles regresó un día a Oyacachi, los indígenas se regocijaron y le pidieron que se quedara unos días entre ellos, para construir en madera un altar para la Santísima Virgen, el artista se negó y emprendió el viaje de regreso a Quito, en un momento, al pasar por el puente de un caudaloso río, el caballo dio un salto y lo lanzó fuera de la silla, Robles iba a caer en lo más hondo de las aguas, de pronto, uno de sus pies se enredó entre los maderos del puente, y al verse a punto de perecer, clamó a la Virgen de Oyacachi; en ese instante atravesaban el puente dos caminantes que, movidos por piedad y compasión, se acercaron al desventurado y le sacaron del peligro; cuando el artista quiso darles las gracias, ellos ya habían desaparecido. El escultor comprendió que fue una gracia del cielo. Por eso decidió volver a Oyacachi y allí construyó el altar de la Virgen.

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